Indiferencia, corrupción y vandalismo
Colombia atraviesa uno de los momentos más críticos de su historia reciente, marcados por la indiferencia, la violencia y la corrupción que han golpeado de manera directa a su pueblo.
La reforma tributaria impulsada por el presidente Iván Duque desató, desde el 28 de abril, una ola de manifestaciones en todo el país. En medio de una pandemia, con miles de empleos perdidos, una economía debilitada y la calidad de vida del trabajador en declive, esta propuesta resultó ser un detonante social. La presión ciudadana provocó la renuncia del ministro Carrasquilla y el retiro de la reforma, pero la inconformidad persistió.
Indiferencia.
A pesar de las promesas de cambio, el gobierno mostró una actitud distante frente al clamor popular. Las protestas continuaron, alimentadas por el trato violento de la fuerza pública y la apatía de las autoridades. La falta de empatía hacia el sufrimiento y las demandas de la población quedó en evidencia.
Vandalismo y corrupción.
El paro nacional trajo consigo escenas de calles destruidas, negocios saqueados y monumentos intervenidos con mensajes de protesta. Para algunos, estas no son las formas correctas de manifestarse. Sin embargo, surge una reflexión: ¿acaso no es vandalismo también el que comete el Estado cuando deja elefantes blancos, obras inconclusas y bienes públicos abandonados? En lugares como Puerto Colombia, alcaldes, concejales y gobernadores han permitido el deterioro y apropiación indebida de proyectos que debieron beneficiar a la comunidad.
Saber elegir.
Este momento histórico nos obliga a reflexionar sobre nuestras decisiones como votantes. Debemos identificar a quienes han sido responsables de la corrupción que nos aqueja, desde las más altas instancias hasta el ámbito local. Cada elección pasada tiene consecuencias en nuestro presente, y como ciudadanos tenemos el deber de no repetir errores, aprender de la historia y exigir que las promesas de campaña se cumplan.
Esperia y el paro nacional.
El Hotel Esperia no es indiferente a esta realidad. Rechazamos la corrupción de la que hemos sido víctimas y nos unimos al clamor de un pueblo que lucha por una vida digna, por frenar el robo de recursos, por evitar más muertes y por hacer visible su indignación. Nos pronunciamos contra la violencia, los asesinatos y la corrupción, y respaldamos el derecho de los colombianos a exigir un país más justo.



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